Instituida la Eucaristía en la Última Cena del Señor y en un intento de exaltar la Hostia Santa se separará la festividad del Cuerpo Místico a un día en que no se dispersara con otros acontecimientos. Así, en la Edad Media se instituyó su fiesta, cuando en 1208 la beata Juliana de Mont-Cornillón promueve la idea de instituir la fiesta litúrgica por excelencia, siendo Santo Tomás de Aquino el encargado de difundirla con su obra Oficio y Misa del “Corpus”.

Tendremos que esperar a 1264, año en que el Papa Urbano IV, por la bula “Transiturus”, instituye, con carácter universal, la festividad del Santísimo “Corpus Christi”, adorando a la Hostia dentro de los pétreos templos medievales.

En el concilio del Vienne de 1311, Clemente V dará las normas para regular el cortejo procesional en el interior de los templos, e incluso indicará el lugar que debieran ocupar las autoridades que quisieran añadirse al desfile.

Mil trescientos dieciséis será el año en que Juan XXII introduce la Octava y exposición del Santísimo Sacramento. Pero el gran espaldarazo vendrá dado con Nicolás V, cuando en la festividad del “Corpus Christi” del año 1447 sale procesionalmente con la Hostia Santa por las calles de Roma.

La primera noticia que se tiene en Toledo de la festividad del Corpus Christi se remonta a 1342, cuando se habla de la cera que se repartió a los clérigos de la catedral para la fiesta del Señor, pero sin saber exactamente en qué consistió tal celebración. Habrá que esperar al año 1418 para conocer por primera vez de la procesión eucarística por las calles toledanas.

Toledo, ciudad donde se forjara la unidad religiosa de España en su concilio de mayo de 589, la ciudad que durante siglos vio deambular por sus estrechas y empinadas calles y plazas a filósofos y santos, gloriosos mendicantes, reyes, castos varones y emperadores, valerosos militares, misioneros insignes y fundadores de órdenes religiosas, arzobispos, sabios, cardenales que serán reyes, o saldrán para papas…, no tiene por menos que tomar como fiesta mayor el “Corpus” Dios-Eucaristía, el Señor de los señores, camino y meta de los grandes hombres y mujeres que con sus vidas y obras engrandecieron nuestra Historia.

La Custodia

En la Capilla de la Torre o del Tesoro se encuentra la custodia catedralicia, que, en realidad se compone de dos.
En el centro hay un ostensorio o custodia de mano, de estilo gótico, que el cardenal Cisneros mandó comprar en la testamentaría de la reina Isabel la Católica , para regalársela a la catedral, en 1505. Esta pequeña custodia -según la tradición- había sido mandada labrar, a finales del siglo XV, por la reina a un joyero catalán, Almerique, quien utilizó 17 kilos del primer oro llegado de América, además de pedrería y diversas figuras esmaltadas.

Al parecerle insuficiente, Cisneros encargó al platero Enrique de Arfe otra custodia para albergar y realzar la anterior. Este maestro alemán, entre 1514 y 1524, realizó la gran custodia de plata en estilo goticoflamígero, que fue dorada a finales del siglo XVI para igualar en color al ostensorio isabelino.

La obra de Arfe es un complicado conjunto de pilastras caladas que se unen mediante arquillos con filigranas para formar un templete con forma de torre de dos metros y medio de altura y más de 200 kilos de peso ­en su elaboración se emplearon 183 kilos de plata y 18 de oro­ que está salpicado de 260 pequeñas estatuillas, situadas bajo doseletes o pequeñas bóvedas repujadas, entre las que destaca la policromada del Cristo resucitado situada en el segundo cuerpo. Pero Enrique de Arfe no sólo dejó la joya, también redactó un manual para saber desarmarla y ensamblar de nuevo las 5.600 piezas que la componen mediante los correspondientes 12.500 tornillos, lo que ha servido para su limpieza y restauración, la última en el 2002. Su exposición en esta sala se realiza sobre una peana de plata y bronce, con cuatro ángeles tenantes en las esquinas, que fue realizada por el platero toledano Manuel Bargas a mediados del siglo XVIII, según diseño de Narciso Tomé, por encargo del arzobispo-infante Luis de Borbón. Sin embargo, cuando esta joya cobra vida es el día del Corpus al recorrer, entre el tintineo de sus campanillas, las calles entoldadas de la ciudad. En su recorrido urbano utiliza una carroza, construida en el siglo XVIII que, mediante un mecanismo especial, la mantiene vertical a pesar de los desniveles existentes.